Hace muchos años por cuestiones de mi trabajo, tenía que manejar sola distancias largas en coche. Recuerdo que en una ocasión iba conduciendo en una carretera, de noche acompañada de una amiga, en un horario donde casi no había gente. De repente en el pavimento sólo sentí que pasé por encima de algo que había en el suelo que ya no permitía que avanzara el coche, así que me orillé para ver qué era y con cierto temor, porque unos metros atrás había pasado por un grupo de chavos vándalos que venían caminando hacia acá borrachos.
De la nada se apareció una camioneta muy vieja, lenta y con un señor ya grande que muy gentilmente se detuvo a ver si necesitábamos ayuda. Con su gato hidráulico subió el coche para ver qué cosa era lo que se había atorado debajo y al levantarlo vimos que era un objeto metálico grande. Él en un dos por tres lo quitó y lo puso dentro de la cajuela. Le agradecí por su ayuda, se arrancó y en lo que nos subíamos y arrancaba, que no habrán sido muchos minutos; ya no había nadie.
Al día siguiente, le conté a mi esposo lo que había sucedido y me dijo que quería ver el objeto que el señor me había ayudado a quitar, trató de bajarlo de la cajuela y no lo pudo mover ni un centímetro, estaba muy pesado; hasta que con la fuerza de 3 hombres pudieron moverlo. En ese momento me di cuenta que el “viejito” había sido un ángel que nos había ayudado justo cuando lo necesitamos y que si no lo hubiera hecho, a lo mejor esos chavos vándalos nos hubieran alcanzado y hecho algo, porque estábamos solas y de noche. ¡¡Gracias!!